El pasado 15 de marzo se abría el plazo para participar en el V Concurso de relatos IESO Cuatro de Abril.
Este año la temática versaba sobre la lucha que el pueblo está llevando a cabo para impedir la apertura de una mina de uranio en los campos de la localidad. Los alumnos fueron informados de qué es el uranio, cuáles son sus riesgos, qué consecuencias ambientales y personales puede acarrear...y, a partir de ahí y de toda cuanta información pudieran recabar, habrían de elaborar sus relatos literarios.
Han sido muchos los alumnos que han participado y, entre ellos, estos son los tres relatos que han resultado premiados. Ganadores han sido todos porque a través de la palabra han aportado su NO a la mina.
LUCHAR
Y lucharon.
Y lucharon hasta que por fin lo consiguieron.
Esta es la historia de mi pueblo, un lindo
Zahínos que únicamente por dinero quieren destruir. Hay veces que las personas
tienen que unirse para conseguir un bien común y Zahínos tenía claro que así
iba a ser. Aquí empieza mi historia, nuestra historia:
Había una vez, o quizá dos o tres, unos políticos perfectos, prometedores, buenísimos, pero sobre todo hipócritas, a los que les importaba nada cargarse nuestras vidas, unas vidas repletas de dehesa, de bellotas, de verde, de bienestar. Unas vidas cargadas de naturaleza que por dinero querían romper. Sí, romperlas, destruirlas sin querer reconocer el peligro de abrir una MINA DE URANIO. ¡De Uranio!
Quizás nosotros, los niños, éramos los primeros que no conocíamos el peligro que nos acechaba si abrían esta “fuente de oro” –como algunos se atreven a llamarla -, aunque yo prefiero llamarla “fuente de muertes”, ya que, cuando nuestros padres nos concienciaron de que este peligro era principalmente para nosotros, supimos que se iban a cargar tanto nuestras vidas como la vida de todos y cada uno de los átomos y moléculas de nuestro precioso campo.
Había una vez, o quizá dos o tres, unos políticos perfectos, prometedores, buenísimos, pero sobre todo hipócritas, a los que les importaba nada cargarse nuestras vidas, unas vidas repletas de dehesa, de bellotas, de verde, de bienestar. Unas vidas cargadas de naturaleza que por dinero querían romper. Sí, romperlas, destruirlas sin querer reconocer el peligro de abrir una MINA DE URANIO. ¡De Uranio!
Quizás nosotros, los niños, éramos los primeros que no conocíamos el peligro que nos acechaba si abrían esta “fuente de oro” –como algunos se atreven a llamarla -, aunque yo prefiero llamarla “fuente de muertes”, ya que, cuando nuestros padres nos concienciaron de que este peligro era principalmente para nosotros, supimos que se iban a cargar tanto nuestras vidas como la vida de todos y cada uno de los átomos y moléculas de nuestro precioso campo.
Llegó el momento de luchar, luchar por
nuestro Zahínos, por lo que decidimos que teníamos que hacer algo.
Un día nuestro grupo de amigos y yo, Bea, que
aún no me he presentado, fuimos a ver “La Cabra”, el campo donde se encuentra
la mina de uranio. Nos quedamos impactados con la cantidad de belleza de aquel
lugar, y solo con el hecho de pensar que aquello podía ser destruido…¡se nos
helaba el alma! Un alma llena de infancia en estos campos.
Allí descubrimos algo impresionante.
Estábamos investigando todo aquel lugar, sus pequeños insectos, sus plantas,
aquella vida, cuando descubrimos un pequeño agujero detrás de unos matorrales,
muy escondido. Al principio todos pensamos que era un agujero normal, sin más
misterio, pero Lukas, el explorador de la pandilla, nos alertó de que aquello
no eral algo normal. Primero él empezó a quitar tierra de allí porque creyó ver
algo, pero nosotros no le hicimos ningún
caso y seguimos allí, de un lado para otro viendo aquellas encinas y pensando
en qué podíamos hacer nosotros para poder seguir paseando por “La Cabra” igual
que lo estábamos haciendo aquella tarde. De repente, Lukas nos llamó la
atención a todos. Había encontrado una pequeña caja cerrada que por su aspecto
era antigua, muy antigua. Felipe pensó que nos estaba troleando:
- A ver, ¿pero qué os pensáis? ¿Que esto es una búsqueda del tesoro?
Pero nosotros estábamos muy emocionados con
aquel cofre y decidimos abrirlo, sin hacer ningún caso a lo que dijo Felipe.
Creo que nunca he sentido la piel tan de gallina como en aquel momento. El
cofre estaba lleno de testimonios de personas que habían sido obligadas a
obtener uranio de aquella mina hacía más de cien años. Aquello nadie lo sabía:
a esas personas las obligó el gobierno turco, sin ningún consentimiento de
nadie y únicamente por dinero y a escondidas, ya que aunque no tanto como
ahora, también se conocía entonces el peligro de esta.
Hacía tiempo que no pasábamos una tarde así,
no sé cómo explicar el sentimiento al leer aquellos testimonios. Fue
impactante: la gente escribía que sabía que estaban muriendo en aquella mina,
pero que era imposible hacer nada al respecto. Hasta aquel día quizás no había
comprendido la maldad de las personas por dinero, pero las cartas lo explicaban
todo. Personas mayores que dejaron allí las pocas fuerzas que les quedaban para
algo que no le hacía ningún bien a nadie, adultos obligados a dejar a sus hijos
y mentirles porque no podían contar nada de lo que allí sucedía. ¿Por qué no?
Estaban amenazados de muerte, pero de lo que no se daban cuenta era de que allí
también estaban muriendo poco a poco.
“Un infierno sin salida”. “Un infierno sin
salida”. Esa frase me mató, mató a mis amigos y mató nuestras dudas sobre la
mina. Lo único que no mató fueron nuestras ganas de luchar por nuestra dehesa.
No sé si lo haríamos por nosotros, por aquellas personas o por ambas, pero lo
que estaba claro es que teníamos que conseguir que aquella mina no se abriera.
Y luchamos.
Y luchamos hasta que, por fin, lo CONSEGUIMOS.
Lucía Guerrero López. 2º ESO.
NO
A LA MINA DE URANIO EN LA DEHESA
Llegó la primavera y el verano se acercaba
cada vez más. Estaba ansiosa de que llegara porque mi madre me había prometido
que este año me llevaría a Zahínos, el pueblo donde ella nació. Hacía mucho que
no iba, vería de nuevo a mis primos, a mis tíos y a mi abuela, a la que hacía
demasiado tiempo que no veía. Pero sobre todo de lo que más ganas tenía era de
dar un paseo por aquel campo, ese que no había vuelto a sentir en esta ciudad
en la que vivo. Me encanta aquel prado, tiene unas flores de colores variados y
una verde hierba que te crea una sensación de paz. Cada vez que voy me encanta
sentarme en un rinconcito con sombra y ponerme a leer mi libro favorito en
aquel sitio de tanta armonía. Cuando voy
con mis primos solemos llevar un balón para jugar al fútbol o una cuerda para
saltar. Me da igual ir sola o acompañada, aquella dehesa siempre me ha gustado.
Mi madre vivió allí hasta sus 19 años, porque a esa edad se fue a vivir con mi padre. No puedo entender cómo pudo irse a otro sitio cuando aquel era maravilloso. La verdad es que le he dicho bastantes veces que nos vayamos a vivir allí, pero ni ella ni mi padre quieren porque dicen que donde vivimos ya tenemos nuestra casa, sus trabajos…también he pensado muchas veces en irme a vivir con mi abuela, pero es una idea absurda porque no quiero separarme de mis padres.
Faltaban horas para irme a Zahínos. Tenía la maleta preparada desde hacía varios días. También llevaba una mochila equipada para el viaje con comida, un libro, auriculares…Llegué a Zahínos, estaba bastante cansada del viaje porque había sido muy largo. Llevé la maleta a la habitación, que compartiría con mi prima, dormí un rato y, cuando desperté, decidí ir al campo. Se lo dije a mi abuela y ella me respondió con un tono indescriptible:
Mi madre vivió allí hasta sus 19 años, porque a esa edad se fue a vivir con mi padre. No puedo entender cómo pudo irse a otro sitio cuando aquel era maravilloso. La verdad es que le he dicho bastantes veces que nos vayamos a vivir allí, pero ni ella ni mi padre quieren porque dicen que donde vivimos ya tenemos nuestra casa, sus trabajos…también he pensado muchas veces en irme a vivir con mi abuela, pero es una idea absurda porque no quiero separarme de mis padres.
Faltaban horas para irme a Zahínos. Tenía la maleta preparada desde hacía varios días. También llevaba una mochila equipada para el viaje con comida, un libro, auriculares…Llegué a Zahínos, estaba bastante cansada del viaje porque había sido muy largo. Llevé la maleta a la habitación, que compartiría con mi prima, dormí un rato y, cuando desperté, decidí ir al campo. Se lo dije a mi abuela y ella me respondió con un tono indescriptible:
- Aprovecha el paseo…porque como abran esa mina no volverás a dar un
paseo igual que ahora.
No sabía qué era aquello de la mina y por eso
le pregunté. Ella me dijo que hacía mucho tiempo había una mina de uranio pero
por ciertos motivos la cerraron. Ahora quieren volver a abrirla. No podía
entender cómo alguien querría abrir una mina allí, para abrirla destrozarían
mucha flora. Aquella dehesa es preciosa por su flora, y, si la mayoría de ella
la eliminaban para abrir una mina que lo único que haría sería traer
enfermedades, contaminación…sería un desastre…demasiados problemas. Mi abuela
no me especificó por qué la cerraron,
solo me dijo que por ciertos motivos, pero…si la cerraron…sería por algo.
Cuando esa noche me fui a la cama cogí el
móvil, me metí en Google y busqué sobre la mina. Me salió una noticia algo
reciente que decía: “Unas 1.500 personas
se manifiestan contra la mina de uranio en la Sierra Suroeste”. En ella se
hablaba de una manifestación, los pueblos afectados por la mina fueron hasta
Mérida para rechazar, mediante el silencio, la apertura de la mina. Es
fascinante ver cómo un pueblo unido lucha por algo que quieren.
Por la mañana se lo comenté a mi madre y por
supuesto ella estaba al corriente de todo. De hecho, me comentó que ella estaba
en un grupo de Whatsapp contra la mina y que seguía todos los pasos que daban
sus paisanos a través de Internet. Le vi una camiseta a mi abuela en la que se
leía “Dehesa sin uranio” dentro de una especie de logotipo. Por las calles
había carteles con el mismo logotipo y hasta algunos camiones llevaban una
pegatina con ese logotipo. Y yo, como extremeña que me siento, estoy bastante
orgullosa de ver cómo todo un pueblo luchaba y luchará por el NO A LA MINA DE
URANIO EN EXTREMADURA.
Adriana Delgado Estévez. 4º ESO.
¡NO
A LA MINA!
Érase una vez una chica llamada Jéssica. Ella
tenía una vida perfecta: amigos, una familia que la adoraba, era popular…Era
muy feliz, hasta que un día le dijeron:
- Jess, tenemos que mudarnos. Van a abrir una mina de uranio cerca
del pueblo.
- ¿Qué es el uranio? –contestó Jéssica – yo no me quiero ir de aquí.
¡Aquí es donde nací y aquí es donde quiero morir! – continuó muy enfadada.
- El uranio es un mineral muy radiactivo en su descomposición y muy
cancerígeno – dijo su madre – y, si nos vamos nosotros, ¡tú también vienes! –
siguió furiosa.
- ¡No! – gritó Jéssica pegando un portazo con la puerta de su
habitación.
Después de unos días dándole vueltas a la cabeza,
Jéssica encontró una posible solución: ¿por qué iban a quedarse quietos
mientras destruían sus raíces? Reunió a todos sus amigos y los convenció para
llevar a cabo su plan: irían a la ciudad por la noche y empapelarían todos los
edificios con el símbolo radioactivo.
Dicho y hecho.
Esa mañana toda la ciudad amaneció amarilla.
Como mucha gente preguntaba el motivo de lo
ocurrido, Jéssica subió a un banco y les habló así:
- Su ciudad está llena de papeles amarillos hoy, pero nuestro pueblo
muy pronto estará llenó de uranio, de radón y de polvo radioactivo. Necesitamos
vuestra ayuda porque el aire contaminado también llegará hasta aquí y mucho más
lejos. Este problema no es solo nuestro, es de todos. Tenemos que unirnos e
impedir que abran la mina. Queremos vivir en un planeta limpio y entre todos
podremos conseguirlo.
Todos los que la escucharon aplaudieron mucho
y decidieron apoyar a Jéssica y sus amigos. Tanto y tanto lucharon que al final
lo consiguieron: la mina no se abrió y Jéssica y sus descendientes vivieron en
un pueblo con un aire limpio y sano.
Beatriz Torres Megías. 1º ESO.
UNIDOS
LO CONSEGUIREMOS.
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